El 1 de agosto hizo un año que estoy viviendo en una caravana en medio del campo. Hoy quiero contarte lo mejor y lo peor de esta increíble experiencia.
Si quieres saber cómo comenzó esta aventura, puedes leerlo en este post que escribí cuando tomé la decisión de cambiar de vida.
Un año da para mucho. He pasado por todas las estaciones y estados de ánimo posibles. También he pasado más de la mitad de la pandemia aquí. Y los 5 temporales que tuvimos el invierno pasado. Ahí es na.
Pongámonos en contexto
En este post quiero contarte los pros y contras de vivir de este modo. Pero, por supuesto, mis circunstancias son únicas y mi modo de vivirlas también, por lo que voy a ponerte en contexto por si no sabes de qué modo vivo. Por cierto, si quieres ver más de mi día a día puedes seguirme en Instagram. Me encantará verte por allí 🙂
Por mucho que viva en una caravana, no lo hago de forma nómada, estoy “afincada” en un trocito de terreno de mi hermana. Simplemente cambié un un piso de alquiler por una caravana propia. Vivo con mis 2 perretes, Samba y Xupi. Vine también con mi gatete Krusty, pero hace 2 meses y medio tuvimos que ayudarle a dormir porque estaba muy malito (no sabes cuánto te echamos de menos mi rey).
Mi chico, que vive en Terrassa, Barcelona, viene siempre que puede y yo también voy a verle con los peques y nos quedamos unos días (o semanas) ahí.
Mi madre y mis hermanas viven entre mi pueblo y el de al lado, así que vuelvo a estar junto a mi familia (uno de los motivos por los que me lancé a esta aventura).
Una vez claras mis circunstancias, vamos al meollo de la cuestión.
Lo peor de vivir en una caravana
Yo soy de las que prefiere las malas noticias primero, así que vamos con lo peor de este modo de vida (recuerda, en mi contexto).
El viento
El viento es, con diferencia, mi peor pesadilla. Aún estamos en verano y ya estoy temiendo que llegue el frío porque el viento viene con él. Aquí siempre ha hecho mucho viento (he vivido aquí durante ocho años anteriormente), pero el año pasado, con los 5 temporales y el famoso Filomena lo pasé fatal.
La caravana no solo se mueve muchísimo (una vez casi me caigo estando dentro, de pie) sino que la chapa hace muchísimo ruido cuando la golpea el viento. He llegado a pasar 5 noches seguidas sin poder dormir, una tortura.
Vi como la caseta de PVC que tenía en el terreno se desmontaba enterita (no se fue volando porque la pillé a tiempo) y es que llegamos a rachas de más de 100 km por hora.
Recuerdo oír el viento azotando los árboles, acercándose cada vez más, como en las pelis cuando se acerca un espíritu cagando leches, pues lo mismo. Aún se me ponen los pelos de punta.
Tengo la esperanza de que este año sea un poco más “light”, pero sé que va a haber muchos días jodidos. Oremos.
Los bichos
Lo confieso: odio a las moscas. Lo siento, pero es que no me dejan vivir. Todo el santo día encima y toda la noche volando a mi alrededor, haciendo ruido y posándose en mis ojos/nariz/boca y en todos lados donde pillan ¡Si hasta se me enredan en el pelo! Además, me he fijado en que también se tocan las narices entre ellas y se van persiguiendo, lo que hace que sean aún más ruidosas. Es desesperante. Será que no tienen campo donde ir, que tienen que estar 24 horas encima de mí…
Los mosquitos no se quedan atrás: pican pero no son tan molestos (que ya es decir). Aquí abunda el mosquito tigre, pero después de tantas picaduras creo que ya casi ni me entero. Eso sí, solo hace falta uno para que te amargue la noche (moscas, podríais comeros a los mosquitos, os vería con mejores ojos).
El resto de bichillos ya no me molestan tanto (sabía dónde me metía). Dentro de la caravana he tenido arañas, palomitas, polillas, una escolopendra, un par de mantis religiosas (una despertó a mi novio paseándose por su cara y otra estaba escalando el cable de mi caargador), luciérnagas, saltamontes, escarabajos y algún que otro bicho alado que no sé identificar (uno se me pegó a la espalda y parecía una piedra irisada).
Fuera, además de todo este desfile, hemos tenido tarántulas (merecen una mención a parte de las otras arañas), una escolopendra de 15 cm, un sapo, un escorpión, avispas varias (este año muchas menos, por suerte), libélulas, una avispa asiática que nos viene a visitar de vez en cuando y un ratoncillo que se sube al algarrobo cada noche y se pone las botas.
Me he tenido que comprar un coche
Vivir en medio de la nada mola mil (si te gusta la soledad y no te da miedo, como es mi caso), pero estás lejos de todo. Me he tirado casi un año sin coche, pero no podía depender de los demás para todo. Te pueden hacer la compra de vez en cuando, pero es un engorro no tener libertad para salir cuando quiera.
Además, con los perretes puede ser que algún día necesite salir de urgencia, y no puedo depender de nadie para ello.
Si volviera a la ciudad me desharía de él, pero por ahora es necesario. Qué le vamos a hacer…
Calentar el agua en invierno
Mi chico y yo hicimos un calentador solar para calentar el agua que no requiere más energía que el calor del sol. En verano va de coña, pero en invierno no.
No quiero poner un calentador eléctrico (al menos de momento) porque gastará energía de la instalación solar que no me sobra en esa época del año y uno de gas requiere instalación en el exterior. Así que me apaño calentando agua en ollas, como se hacía antaño. Compré una ducha portátil que tiene una pequeña bomba sumergible y con eso me apaño estupendamente.
Pero sí, no nos vamos a engañar, es un engorro.
La soledad, cuando es forzada
Me encantaaaaa estar sola, lo disfruto muchísimo. Pero no es lo mismo estar sola por gusto que que te obliguen a no poder ver a nadie. Todos sabemos lo que eso ha supuesto durante el confinamiento. La putada es que, cuando vives en la “nada”, no puedes ver a nadie, ni siquiera a mi familia que vive a 10 minutos en coche.
Tampoco pude ver a mi chico durante gran parte del confinamiento. Llevé bastante mal esta parte (el viento tampoco ayudaba, jaja). Esperemos que no vuelva a darse esta situación.
Hay otra pequeñas incomodidades, como la falta de espacio para cocinar o tener que tener la nevera en el exterior, pero no son dignas de estar en mi lista de contras, así que vamos a por la parte buena: los pros.
Lo mejor de vivir en una caravana
Aquí hay más cosillas que en la lista anterior (por suerte, sino ya habría huido). Vamos allá.
Vivo rodeada de naturaleza
Es algo con lo que he soñado desde pequeñita y, aunque los bichos me tocan las narices, vivir rodeada de verde compensa. Mire dónde mire tengo un árbol que admirar, veo salir el sol y la luna desde la ventana que tengo sobre la cama y las noches estrelladas son absolutamente maravillosas.
Oír los grillos por la noche (cuando las moscas no acaparan toda mi atención) es muy relajante. Los sapos también hacen cantinelas nocturnas, no son tan elegantes, pero también molan.
Vivo más alineada con mis valores
Vivir en el campo y en un espacio muy reducido (10 m2) me ha permitido sacar mi vena más minimalista y sostenible. Ahora tengo lo que realmente me aporta valor (aunque sigo haciendo limpiezas de vez en cuando, ya que siempre hay cosas que dejan de aportármelo) y no hay lugar para los “por si acaso”, solo para lo que realmente quiero que forme parte de mi vida. Lo elijo de forma consciente.
Como te he comentado antes, tengo una instalación solar, por lo que apenas gasto combustible (solo si tengo que encender el generador de gasolina de vez en cuando) y aprovecho el agua de lluvia. Además, intento adaptar mis horarios a las horas de luz para aprovechar la energía (algo que también le va muy bien a mis ciclos circadianos) y aprovecho el agua lo máximo posible para no desperdiciarla.
Cuando no tienes acceso ilimitado a estos recursos haces un uso mucho más consciente de ellos. Y eso me reconforta muchísimo.
Tengo menos gastos
Al comprar la caravana hice una pequeña inversión (en comparación con cualquier otra vivienda) y la pagué a tocateja, por lo que no pago alquiler ni hipoteca.
Tampoco pago luz (invertí en la instalación de aguas solares) y solo he pagado agua una vez en un año. Mi hermana me pasa agua de su cisterna al depósito de 1000 litros que tengo aquí y cuando hace falta compramos una cuba, pero solo hemos tenido que hacerlo una vez. Bendiciones de aprovechar el agua de lluvia.
Así que mis gastos fijos son internet, móvil, gastos derivados de Viviendo sostenible y comida (para mí y para los peques).
No necesito tanto dinero para vivir, lo que ayuda mucho cuando eres emprendedora y tus ingresos nunca son fijos.
Me he alejado aún más del consumismo
Para ir a “dar una vuelta y comprar” tendría que ir a unos cuantos kilómetros, por lo que no es algo que hagas por aburrimiento (no yo, al menos, qué pereza). Cuando salgo (a parte de para comprar comida o para verme con alguien) es de forma consciente y ociosa sobretodo, como ir al cine o dar un paseo.
Eso de pasear e ir a ver tiendas se ha acabado para mí y lo agradezco. Si quisiera hacerlo tengo la opción, pero no es algo que pueda hacer en 5 minutos, por lo que ese «impulso» desaparece.
Las empresas de reparto no llegan aquí, por lo que comprar por internet es muy limitado (tengo que mandarlo a casa de mi madre), así que me lo ahorro.
Ambas cosas me ayudan a no sucumbir a las compras por impulso, algo que ya tengo muy entrenado, pero siempre está bien que las circunstancias te lo dificulten, jeje.
Tengo más tiempo para mí
Tengo menos cosas, trabajo desde casa y vivo sola (bueno, sin otras personas), lo que me permite tener más tiempo y organizarlo como me parezca. Esto se traduce en más tiempo conmigo misma, escuchándome, meditando, bailando, escribiendo, conociéndome.
Tengo menos distracciones y soy más consciente del momento presente.
Parece que esto, que es tan necesario, ha pasado a un segundo plano en este mundo caótico en el que vivimos, por lo que agradezco enormemente poder disfrutar de ello y que el entorno me lo facilite.
No tengo televisión
Antes la tenía por mi chico pero ahora decido yo, jeje. Eso no quiere decir que no vea nada con el ordenador, ni mucho menos. Pero ahora elijo lo que quiero ver, no voy de canal en canal haciendo zapping (podría pero es un engorro y solo por pereza ya no lo haría).
Ahora no hay “tele de fondo”, comemos sin tele, no la ponemos en todo el día, solo por la noche, en la cama, para ver alguna serie (algo que haría en el sofá de tenerlo, pero es lo que hay).
Ese tiempo que antes perdía viendo la tele ahora lo invierto en actividades mucho más significativas y cuando decido verla, es de forma consciente, no por impulso o aburrimiento..
Los perretes disfrutan mucho más
Xupi es más casero (aunque se pega sus carreras por el terreno), pero Samba se pasa todo el día y la noche fuera, incluso en invierno. Solo entra cuando llueve y, aún así, le cuesta. Le encanta tumbarse en su cama bajo el algarrobo (sí, el del ratoncillo) y pasar las horas ahí holgazaneando. Además, están mucho más relajados y eso me relaja a mi también. Hay más paz en casa 🙂
Disfruto de las estrellas
Sí, ya lo he mencionado antes, pero las noches estrelladas se merecen un punto para ellas solas.
Aquí hay cero contaminación lumínica, por lo que veo cada una de las estrellas (cuando hay luna nueva y no está nublado) y una luna increíble cuando está llena. Esas noches no necesito linterna porque la luna baña de luz todo a mi alrededor. Es absolutamente maravilloso.
Podría pasarme horas admirando el cielo. Es algo impagable y una de las cosas que más agradezco de vivir aquí.
En conclusión
Como ves, hay más pros que contras. Además, las cosas buenas no solo superan en número a las malas, sino que son mucho más significativas para mí.
¿Si volvería a hacerlo? Sin pensarlo. Volvería a vivir aquí una y mil veces (tendré que releer este post los días de viento, cuando maldiga el día en que me mudé).
Es una decisión de la que sé que nunca me voy a arrepentir. No sé cuanto tiempo más estaré aquí ni si ese tiempo habrá compensado económicamente la inversión que he hecho, pero la inversión en mí misma está más que amortizada. Es una experiencia única.
Lo mejor de todo es que lo soñé y lo hice realidad. Luché por ello y lo conseguí. Dejé muchas cosas atrás, no fue fácil, pero ha supuesto un crecimiento brutal para mí.
Sé que esto no es para todo el mundo y que muchas personas no vivirían así jamás. Y eso es perfecto. Es la vida que yo he elegido y estoy muy contenta con mi decisión. Ojalá todo el mundo tuviera la oportunidad y se atreviera a hacer sus sueños realidad.
Me encantaría que me dijeras en comentarios si te gustaría vivir así o cuál es esa vida que quieres atreverte a vivir.